A quién no le ha pasado que
revisa su cuenta de banco y cuando luego de repasar esperanzadoramente todos esos
micro números que se suman al final de la lista, te dan ganas de ¡Mentarle la
madre al mundo entero!, pues eso me pasa constantemente cada semana que hago el fatídico ritual. Hace unos días escuchando el sonido de la notificación del chat de mi
teléfono, me encuentro con que me habían enviado karmaticamente una imagen que
decía algo así “I just looked at my bank account and figured out I can live
comfortably for rest of my life as long as I die Saturday” PD: eso fue un
mensaje divino, una señal o un llamado de conciencia de: Ahorra ya.
Durante años, y no miento, “años”,
he tratado de perfeccionar el arte del buen ahorrador, pero no es desde hace un
tiempo atrás que he visto mis finanzas pasar por una depresión económica
bastante deplorable, que hasta hoy en día no sé la razón; o bueno si la sé, para
que nos hacemos los tontos, soy un desastre en la materia de organizar mi
economía personal, suelo gastar en cachivaches innecesarios, invitar de más y
comprarme cosas que pasan del aparador del almacén a estar colgadas en mi
closet por tiempo indefinido. Ahora me doy cuenta que el seminario de Fisherman
al que asistí, nada más no dio resultados.
Alguna vez han conocido a un tipo
que en su primera mitad de los veintes ha hecho consolidación de deudas en un fastidioso trámite bancario,
pues: Hola heme aquí, ese fui yo hace un par de años, el mismo que está
contando estas peripecias financieras y que temerariamente está pensando hacer
tal pirueta de nueva cuenta. No se crean, tampoco es que soy un despilfarrador
de dinero a lo loco, suelo llevar un presupuesto que va cambiando
constantemente y que al final de mes suele quedar como toda una mala partida de
Tetris, completamente descuadrada. Luego de restar mi propia manutención, mis
gastos estudiantiles, las cuotas de mis odiadas deudas, mi auto mesada para
salir y de gastos personales, y pagar mis cuotas de derecho de piso y pupilaje
donde vivo; me he inventado lo que yo llamo: “Impuesto de Autoahorro Obligatorio” que en papel se ve sumamente inspirador y quizá a estas alturas
debería de patentar este concepto; aunque déjenme contarles que ese númerito con dos ceros al final, al
cabo de unos días, una semana o al llegar casi casi a fin de mes, siempre
termino restándole uno de sus ceros. ¡Caput! al impuesto de autoahorro
obligado.
Sé que a lo mejor nunca logre rellenar
mi colchón de billetes a menos que me gane la lotería, pero es que ser adulto y
mantenerse uno mismo es una responsabilidad financiera muy seria y más en estos
dorados tiempos que ya no son tan dorados, más bien son bastante negros, simplemente
la economía no da para más. Pero al final de este año y ya a últimas horas me
he propuesto recobrar el tal impuesto de ahorro con la seriedad que se merece;
y es que pienso que ha llegado el momento de hacerse responsable de los daños a
mi billetera y no volver a la patética rutina de estar cuchillo en mano sobre
mi cama intentando sacar un par de monedas de la alcancía.
El diseño de esta alcancía tiene de derechos de autor y está patentado.
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