lunes, 23 de marzo de 2009

Play&Movil Project presenta: Rolas para mover la piernita mientras haces algo



Solo eh escuchado algunos cortes de su opera prima como proyecto independiente de sus respectivas bandas...
"Drunk" intermitente musical de la semana, chequencelo. "Drunk" con una visual muy kitch y colorfull ahora Teo de María ex batero de los Liquits y Victor Peter ex batero de Disco Ruido, se unen con su Play&Movil Project, maquinadores de un electro rock muy kitch...... rolitas para mover la piernita mientras haces algo!

Creo que me cambiare a las truzas, pero solo si son en colores primarios.

viernes, 13 de marzo de 2009

Chikita Violenta


Chikita Violenta.... Alerta musical.... algo de Indi britmex pop aderezado con salsa pico de gallo, jalapeños y mescal curado.

Chequenlos en su myspace http://www.myspace.com/chikitaviolentaband

miércoles, 11 de marzo de 2009

Bestia - Hello Seahorse



Desde el DF con una propuesta ultra pop orgánica sintetizada con tres beats y una voz que recuerda a Dolores O'Riordan, Hello Seahorse el último ejemplo de como mercadear una banda indie con el presupuesto de 3 pesos y buenos conectes. ¿Será que Burgos, Julio y Denis son los próximos fenomenos indies de México, como lo fué Porter en su época?, almenos están entre el grupo de postulantes para ese puesto. Pronto lo sabremos.

"Bestía" el nuevo EP, luego de su debut del 2005 "Hello Seahorse and the Jellyfish Parade".

Chequen la versión track y la versión desconectada de Bestia en el myspace de Hello Seahorse



lunes, 2 de marzo de 2009

Xiuhtic




Xiuhtic es la traducción para decir azul en nahuatl, pero para mi significa más que eso, significa el titulo de una de las aventuras mas bonitas que he vivido, significa una aventura que marcó mi vida y que es hoy un capitulo muy especial de este libro que guarda en cada una de sus páginas las historias de lo que voy construyendo día a día... Mi Vida.
De esa historia los protagonistas fueron y seguirán siendo: mi buena amiga la expedicionista de tierras Ibericas Leslie y el terrible soñador Francisco, Yo mismo.

Todo comenzó cuando en la clase de Producción y Diseño que cursaba en mis días de universitario de la UES, hoy universitario de corazón, porque creo que nunca dejaré de serlo y porque ese sentimiento nunca desaparece, se desvoluminiza pero nunca se va y eso es algo que creo nunca se deja de ser cuando entras a la Universidad de El Salvador, ya que estar ahí nos plaga de tantas vivencias cotidianas y sociales que nos deja marcados para siempre; pero retomo el relato... durante el desarrollo de esa clase nos dejaron un trabajo de investigación donde teníamos que estudiar sobre procesos manuales o técnicas artísticas convencionales que eran aplicables de alguna manera al amplio mundo el diseño, y pues nada, que me toca el tema del Añil, en un principio estaba renuente, en especial porque tenía que ir fuera de la ciudad y en esas épocas andaba en autobús, y trataba entonces mi desanimo, en que tenía que ser un sábado, un sábado de levantarse a las cinco de la mañana para ir a hacer una tarea de la cual aún no estaba del todo convencido. Y así fue, me dirigí entonces hasta aquel lugar, junto con un quintillo de compañeros que tuvimos la suerte de investigar sobre ese tema.

Me levanté a las 5 de la mañana porque habíamos quedado de vernos en la Terminal de Occidente, aún somnoliento como dopado por alguna sustancia somnífera, daba vueltas por la cama desenrollándome de aquellas colchas de rombitos y estrellitas que tanto olían a sueño, y salí al baño de un solo envión, descalzo y sintiendo lo helado del piso, trate de despabilarme y enseguida opte por la mejor opción de limpieza de ese día, fingir que era europeo y lavarse solo la cabeza, la cara, los brazos y echarme un buen chorrete de losión ¡y como Nuevo!. Así fuimos llegando uno a uno al rededor de las 6 de la mañana a aquella conglomerada terminal de buses y esperamos pacientes debajo de una caseta de control pintada de blanco, entilada y humeada que más parecía uno de esos tanques de agua que una caseta de control, ahí estuvimos todos juntos para buscar el autobús que nos llevaría hasta aquel lugar. Nos apiamos en la ruta 201 y asi fuimos por un par de aburridas horas viendo interminables paisajes verdes, hasta que llegamos a una quinta de construcción colonial con patio central, corredores de los cuales colgaban algunas macetas con plantas y en ese primer instante me gano la tentación de despenicar unas cuantas de sus hojas. Al centro había una fuente que brindaba frescura a aquel caluroso lugar y lo primero que hice fue mojarme la punta de los dedos y aprovechar a remojarme un poco el pelo. Llegamos a Casa Blanca.

Casa Blanca es una casa museo taller, donde enseñan las técnicas del teñido en añil, cuenta con un pequeño museo del teñido y también con un museo del sitio arqueológico de Casa Blanca, que muestra vasijas y antiguedades arqueológicas de la región todas encerradas en cajitas de cristal que reflejaban el rojo de mi cara cada vez que me empinaba para verlas por todos lados, y así pase chapudo durante todo ese día, manchandonos de azul y haciendo nuevas amistades con los encargados de aquel singular lugar de blanco y azul. Fue ahí en Casa Blanca, después de volver repetidas veces , cuatro o seis veces más, ocasiones que fueron ya por iniciativa propia y acompañado de otros aventureros, que aprendí las técnicas del teñido en añil, despertándose así la idea de hacer cosas con esa tinta natural para luego venderlas, claro con una perspectiva de diseño diferente, al menos con un look más elaborado, poro debo confesarles que al final la aventura a nivel de producción, se quedo en cosas cotidianas como camisetas para hombre, blusas para mujeres, cinchos, bufandas, chales, y algunas piezas extras como manteles, cortinas y uno que otro aditamento para recámara.

Luego de aprender como teñir, decidimos con mi amiga que debíamos emprender esta empresa, que mas que un proyecto de jóvenes emprendedores, era una aventura, nos reunimos en mi casa y decidimos como haríamos todo, primero era comprar el añil y los ingredientes necesarios para poder hacer aquella sopa burbujeante y apestosa de color azul que tanto molestaba a mi madre, claro ¡y como no! si le dejamos manchado todo el piso del patio trasero de mi casa. Aún hay uno que otro vestigio de aquellas manchas que cuando las veo me hacen retroceder en el pasado y recordar que aquellas manchas sobre el piso que a lo lejos logro distinguir, no son mas que la analogía de las gotas de sudor que nos gastamos en la mentada empilada que teníamos con el oro azul.

Un fin de semana juntamos a duras penas lo que teníamos y así nos hicimos de un raquítico presupuesto, fuimos al centro de San Salvador de cacería de varias camisas y para nuestra suerte nos encontramos un furgonazo robado de camisas Fruit of the Loom y camisetas de tirantes para mujer de corte muy femenino, un plus que nos haría vender más. Fuimos en los próximos días al mercado central a comprar bisutería orgánica como cuentecillas de madera las que colocábamos a los cinchos y chalinas que hacíamos de una manta tejida que comprábamos en un centro de abastecimiento de telas. Días después con lo que teníamos, compramos los ingredientes que se necesitaba para reactivar la mezcla de PH azul osea el añil. Por último nos quedaban algunos aditamentos necesarios, como recipientes, los que compramos con un dinero que logramos conseguir. Y que nos vamos a Freund porque había salido en el periódico muy casualmente el suplemento de ofertas de Freund donde habían grandes descuentos en cumbos de plástico; compramos un par de guacales y un recipiente de esos de basura con tapadera marca Rubermaid, cacharro que ahora esta gastado y tostado y que aloja la basura en mi casa. Como no teníamos para el regreso a casa, nos fuimos caminando por toda la Calle Chiltuipan con los cuchumbos, fue divertido la verdad y muy agradable, entre platicas de sueños, contando las calles para llegar y recibiendo la fresca brisa de las cinco de la tarde de ese día viernes que lo recuerdo tan bien. Al día siguiente nos dispusimos a preparar todo y caput!, teníamos todo listo para empezar la producción, mecanismo que lo hicimos funcionar durante toda la semana; y así logramos sacar lo que para nosotros sería , la primera colección de Xiuhtic que el mundo vería.

Venia entonces la parte de la colocación de marca del producto. Cuatro opciones surgieron en nuestras cabezas alborotadas por tal aventura: El ahora extinto Café Cadejos en la San Luis que era de unos conocidos nuestros, La Pupusería Paty en Los Planes de Renderos de la cual conocíamos a una parienta de la dueña, vender los encargos que salieran y poco después uno de los lugares del apogeo turístico del momento... Juayua.

Me encargue entonces de todo lo de la marca, Xiuhtic fue nuestro nombre, diseñé tarjetitas con el logotipo y nuestros teléfonos celulares para pedidos, los repartimos muy esperanzadamente con cada cliente que nos comprara productos, así como con cualquiera que fuera de curioso a ver nuestros diseños, en ese punto cualquier persona que se nos aparecía en la mira era un posible comprador. Diseñé también una viñetas con una tela de costal muy barata y a buscar adaptaciones de diseños en internet se dijo!. En varias ocasiones colocamos las piezas a promesa de venta en el Café Cadejos, lamentablemente creo que solo logramos vender como 2 piezas. Luego preferimos irnos a la Pupusería Paty, donde vendíamos regularmente, y pasábamos en aquellas alturas todos los sábados desde las 4 de la tarde hasta la media noche, a esa aventura se nos unieron otros dos muy buenos amigos, que se dedicaban a la producción de la cerámica, los cuales nos daban rai para el regreso, y ahí íbamos en aquel sedan Volkswagen Amazon de los ochentas, todos apretujados pero contando con algarabía las experiencias de la jornada.

Un sábado al cual yo siempre llamo "El sábado que peor dormí en mi vida", vendimos como 200 dolares, lo recuerdo tan bien porque nos reímos muchísimo felices y contentos de tanto que vendimos y por los dos daikiris de limón embotellados que me tome de un solo pulungun . Al dia siguente veníamos con las maletas vacías y yo con mis tobillos inflados de billetes enrollados que muy confiadamente escondí, apretándolos con mis calcetas como guardándolos en un lugar secreto. Ese sábado, nos tuvimos que quedar a dormir ahí porque solo llegamos nosotros, los ceramistas no lograron ir ese día, y bueno nada ¿que hacemos?, no iba a despertar a mis papas para que llegaran en nuestro auxilio, el sentido de consideración hacia mis padres que siempre he tenido tan fuertemente pegado a mi no me lo permitía, pero la Señora Abigail, dueña de la Pupusería Paty muy amablemente nos ofreció quedarnos en el local , total teníamos un par de veintenas de bancas a escoger donde dormir, y así fue, nos quedamos ahí, solos, escuchando los ecos que quedaban de esos mares de hambrientos comedores de pupusas de las noches de los sábados. Ese día no dormí nadita, porque soy demasiado cómodo para poder acostumbrarme instantáneamente a dormir en una banca de madera dura como la piedra, y pase peguntandome todo lo que quedaba de la madrugada - ¿Qué putas hago aquí?, yo no tengo ninguna necesidad de hacer estas cosas-, el pequeño frívolo burgues se me salía de mis sienes fruncidas, pero sin duda alguna es un recuerdo tan bonito que siempre estará guardado en mi corazón y con mucho orgullo guardado en ese corazón soñador, así como todos a los que yo llamaba "del gremio" que vendíamos en la Pupusería Paty, la señora de los dulces tipicos que muchas veces nos regalo un par de tiritas de coco confitadas, los mariachis de traje rojo que molestaban a mi colega, la de las mentas y cigarros que siempre fue un tema largo de simposium que aveces nos acompañaba en aquellas jonadas, de porque se acercaba tan romanticamnte a la señora encargada de la carne asada, los ahora esposos los ceramistas y claro nosotros: aquel par del Añil.

Poco después apareció la idea de ir a Juayua, luego de que una vecina le comentara a mi madre de que su hijo ahora famoso pintor que vive en Italia, vendía en esas épocas sus cuadros en Juayua, y nos hizo el contacto de donde nos teníamos que poner y como hacer para llegar allá a aquel pueblo que tan de moda estaba en aquellos años, y así fue, el siguiente domingo nos tiramos al mar sin saber a donde nos llevaban las olas, así nos sentíamos, porque a diferencia de la pupsuería Paty, en Juayua era llegar y a ver que hacemos, no conocíamos a nadie, no sabíamos de nadie ni como hacer, pero ese día madrugamos llenos de incertidumbre y ansiedad, y nos fuimos a la Terminal de Occidente nos montamos a la ruta que lleva para Sonsonate, transbordamos en la terminal de esa ciudad y cogimos la ruta 249, y de ahí todo era rumbo hacia arriba, pacientemente cada domingo íbamos a cuarenta y cinco grados subiendo entre las montanas, viendo a través de las ventanas de aquellos buses viejos, que para mi eran los marcos de aquellos paisajes llenos de verdes, acuarelados que se fundian con los borbollones gigantes nuves blancas, que cuando levantaba la mano con mi dedo indice empuntando hacia arriba parecia que las iba a reventar y sin olvidar aquellos rostros que veía desde adentro sonriendonos queriendonos engatuzar una bolsa de agua, unos chicles o unos mangos con chile pintado, pero sobre todo esperando bajarnos en aquella calle de piedra, aquella parada de buses que daba hacia un gran muro café roido y erosionado que me asemejaba tanto a una pared antigueña de Guatemala, esa calle que nos recibía tapándonos del sol de la manaña con una rica sombra de un gigante amate que formaba irregulares formas en el piso, ahí nos bajamos entonces y caminamos por primera vez un par de cuadras hasta la explanada del parque central donde en un primer viztazo nos recibía un gran calor, un hijueputa calor y parados los dos, mi camarada encargada del bolsón de alpinista sobre su espalda que salvaguardaba todos nuestros productos y yo con una mochila llena de refrigerios, sosteniendo con mi brazo a manera de bastón sobre en el piso un estante plegable, que había diseñado con especial cuidado para hacerlo cómodo y compacto para su transporte, así comenzó esa aventura en esas latitudes, sí parados los dos, atónitos preguntándonos. ¿Y ahora que hacemos? , ¿Y ahora que hacemos?, ¿Y ahora que hacemos?.

Ese primer día fue difícil porque nos ubicamos en principio al lado de unos vende pulseras pero nos miraron feo por lo que mejor nos movimos, pero no nos movimos por ellos, esos nos valían verga sus miradas competitivas asesinas; nos movimos porque nos salió una vieja hijuesumadre dueña de la farmacia frente a la calle que nos habíamos colocado y nos dijo mal encaradamente mientras se le movian los rulos rosados de aquella cabeza mal pintada - ¡Aquí no se pueden poner!, ¡porque no y punto!-, y ni modo, a ver a donde carajos nos acentábamos con aquella boutique ambulante. Luego de buscar por un rato vimos que al frente había un espacio que nadie ocupaba, en ese momento mis ojos se movieron como trazando lo que sería un plan arquitectónico en Autocad, y logré ver que a esa pared daban unas fierros como balcones de unas ventanas que habían sido tapiadas y al frente de la acera daban un poste y un rotulo publicitario, la estructura perfecta para colgar nuestro toldo azul que cargabamos como resguardo del sol, y que de verdad era un toldo en serio, tenía hasta arandelas para sujetar pitas o lazos y así afianzamos nuestro pequeño stand de añil de dos por dos metros cuadrados. Agarramos cada uno un lado del estante, nos mudamos cáspitamente sobre la otra acera de donde nos habían hechado y nos armamos.

Ese lugar nos acojería un buen par de domingos calurosos de días del festival gastronómico con todos aquellos peregrines curiosos que veían nuestros productos, aveces no vendíamos ni una pinche pieza, otros vendíamos unas cuantas, y otros hacíamos buena venta. Durante esos días de carpa azul, recuerdo tanto como saboreaba con la mirada aquellos itinerantes mangos en pitilla que pasaban cerca de mis ojos a cada minuto. Esa señora de ese puesto de mangos vendía muchísimo, y es que se veían muy buenos, más que me llamaba con particular atención la manera tan ordenada y limpia de su preparación, que siempre se me hacía agua la boca por comprarme uno de esos apetitosos mangos twist en plato y tenedor con sal, limón y alhuashte para comermelo todo, toditito y saborearlo hasta el final. Nunca me lo compre.

Un buen día que llegamos, conocimos a un colega del gremio que ahí vendía, era un verdadero picarazo en todo el sentido de la palabra: chiquitín, moreno y gordito, parecía un tambito de gas, uno de esos vendedores agudos que te llegan a la yugular, era de Santa Ana y vendía zapatos y sandalias de cuero, y siempre llegaba con su esposa y su hija pequeña. En esa oportunidad nos invitó a ubicarnos al lado de él, muy estratégicamente colocado donde todo vendedor en Juayua quiere estar, a orillas del Parque Central que es donde todo sucede en el festival gastronómico, nosotros que estábamos en un principio a escasos metros de la esquina opuesta del parque, vimos esa oportunidad como el ascenso que esperabamos venir en esta competitiva pirámide comercial. En ese mismo instante nos movimos y nos colocamos en la propia esquina del parque, viendo hacia la iglesia, a un lado el tipo de los zapatos y al otro un minutero pispireto que se enamoraba a cuanta mujer pasaba, armado con un carrito que tenía una maquina rudimentaria de hacer minutas, y que de paso se cuentiaba a mi amiga, socia y compañera. Este señor, que siempre llevaba a su asistente, que no era nadie más que su hijo de doce años y que enrealidad era el que atendía el servicio de minutas, con el tiempo se hizo un buen amigo nuestro durante aquellos soleados domingos en que nuestro negocio miraba al Cristo Negro de aquella ecléctica iglesia. Ya no poníamos la carpa azul, porque teníamos la deliciosa eventual sombra de un arbol, pero que aveces cuando me pegaba el sol me daba un poco y un tanto de insolación y terminada como un pobre tomate apachurrado. Ese fue el último lugar donde estuvimos encayados, y fue el comienzo de lo que se venia venir… el hundimiento de nuestro barco.

Durante los domingos siguientes vendimos mucho en ese lugar, era un lugar privilegiado, recuerdo con lagrimas en los ojos un día que llovió a cantaros, veíamos como se empezaba a pintar de un azul ultramar oscuro el cielo, hasta que se hizo tan gris que parecia el oyin de los humos que salen de las fabricas o los buses, fue cuando empezamos a sentir aquellas primeras gotas humedas sobre nuestra piel, esas primeras gotas que luego de estar tostándonos por ratos bajo el sol, las sentíamos como que quemaban, pero en realidad eran como bálsamos que aliviaban aquellos grandes calores que sobrevivíamos en esas tardes repletas de gente. Recogimos todo y lo colgamos en el estante, que era gráficamente como una zapatera a dos lados con varitas de madera dispuestas a cierta distancia para que nos sirviera de colgadero de las prendas y vista desde un costado tenía forma de triángulo; le colocamos entonces el toldo en cima, el mismo toldo que solíamos andar siempre por alguna emergencia y que se nos cae el cielo en cima en media faena de recolección, en ese momento parecíamos todos hormigas espantadas tratando de resguardarnos, todo el pueblo, turistas, vendedores, chuchos salieron corriendo en busca de un pedazo de techo que los protegiera de la lluvia, pero nosotros teníamos nuestro refugio a medio armar, en una banca nos sentamos y colocamos toda la estructura del estante sobre nosotros, quedamos entonces: la banca, sobre la banca nosotros, sobre nosotros el estante que hacia las veces de un iglú a dos aguas y el toldo por encima de todo impermeabilizandonos del agua. Así pasamos dos horas, cientoveinte minutos y un cacho más que se diluyeron entre pláticas, chistes, recuerdos y composturas del mundo. Y Reflexioné ese día, que sin duda alguna que esa pasada fue uno de esos momentos en que se funden aun mas las alianzas fraternales con tus amistades, asi se siente, que cuando pasas esos mini calvarios es cuando realmente te haces más amigo de tus amigos, pero esos momentos eran manchados al mismo tiempo por sentimientos de cordura bestial en los que me volvía a repetir: -¿Qué estoy haciendo aquí?, yo no tengo necesidad de estar haciendo esto- pero hoy me reconforto sabiendo, que esas vivencias me las llevo dentro del recuerdo, me acompañan y seguirán ahí para siempre.

Domingos siguientes las ventas comenzaron a decaer, vil mente el zapatero empezó a vender más que nosotros, y los ceramistas, que en aquel primer instante en que nos colocamos sobre esa esquina del parque, les contamos nuestra experiencia en aquel pueblo y les dijimos que si querían nos acompanaban que eran totalmente bienvenidos y que se podían poner cerca de nosotros, entonces llegaron también un par de veces, pero igual que nosotros las ventas fueron en declive paulatinamente. Es así entonces que llegamos un último domingo, no recuerdo la fecha pero lo tengo tan presente, no tenía ni ganas de levantarme ese día, creo que era que mi cuerpo estaba sintiendo lo que trataba de imaginar que no existía: cansancio físico; me dolian las piernas y lo que trataba de aliviar con diclofenac como si fueran dulces, empezaba a marcar aquel cuerpo palido y que por aquellos dias era escualido y delgado. Anímicamente también estaba golpeado, los domingos anteriores no habíamos vendido nadita, y muy en el fondo sabía que ese iba ser el último domingo que hacíamos tal expedición.Creo que en el fondo era inevitable, paralelamente por esos meses me había salido una oportunidad de trabajar a tiempo completo en El Diairo de Hoy, una empresa super reconocida en el país y que hoy en día sé que mucho me catapultó a donde estoy ahora, fue entonces que me brillaron los ojos ante la oportunidad perfecta de salirme de aquel mi primer trabajo a medio tiempo, en que me la pasaba todas las mañanas en un cuarto rancio y oscuro frente al computador. No puedo negarles que esa fue gran parte del apocalipsis de Xiuhtic, entré a trabajar muy orgullosamente en esa empresa, orgullo que con el tiempo se contrastó con el aumento de mi nivel de amargura natural por aquel sentido de querer más y más, claro en el buen sentido del sentimiento, pero que tengo muy presente que al final fue lo que termino en gran medida con Xiuhtic, sumandole a que por esas épocas acababa de egresar de la universidad y empezaba otro calvarío del cual luego les contare, el trabajo de tesis de graduación. Así, sin decirnos nada, fuimos dejando pendiente aquella cita dominical azul, que había estado siempre marcada en nuestra agenda durante un par de par de meses de aquel año, hasta que un día en medio de una bonita charla tirados en uno de mis lugares favoritos, las gramas de las universidad, y tratando de no chorriar en la mano aquel sorbete de carretón de arayán, hablamos sobre la fatídica decisión de dejar por el momento el proyecto de Xiuhtic. Y así pasó, como si hubiese constado en acta, entre anécdotas de lo que habíamos vivido decidimos cerrar la producción y proclamamos el fin de Xiuhtic

Hoy Xiuhtic está cerrada, pero aún tengo las llaves de aquel proyecto y se que algun día lo retomaré, bajo otra perspectiva, bajo la experiencia y la madures que hoy tengo y sé que bajo otros cielos de tierras foraneas; que harán de ese proyecto que nacio un día como una simple aventura, una aventura estructurada y comercial muy grande, algo de verdad muy grande.

Ahora que lo cuento y que dejo tantas partes afuera de mi relato por no hacerlos leer de más, me doy cuenta de algo, que aquella chispa que tenía en alma, aún esta ahí, por estos últimas temporadas más apagada que nunca, pero se que esta ahí, la siento y me harde a le lejos, esa chispa que quiere prenderse, gritar, vivir y comerse al mundo, y que lo único que necesita es un poquito de aire soplado para que se avive de nuevo, para que saque nuevas flamas de ganas de seguir persiguiendo todos sueños que me quedan por soñar; y es hoy que tengo tanto que agradecer por lo afortunado que soy, que a pesar de no tener la necesidad de hacer todo lo que hice y de haber pasado todo lo que pasé, no dudé ni un instante en hacerlo y que erguidamente sin ninguna pena les cuento ahora, aquí, hoy, en un blog, en una charla de amigos, con una taza de té o simplemente en una noche de tertulia, que es algo que orgullosamente siempre, pero siempre, contarán mis recuerdos con palabras aderezadas de risas y ojos aguados.