domingo, 6 de diciembre de 2009

Odio el tráfico




Detesto las 6 p.m. de vuelta a casa, ¿Y ustedes?…

En realidad lo que detesto mas que esa hora es el maldito tráfico que me pone los nervios de punta, generalmente casi no me lo encuentro porque como desde hace un par de años soy miembro honorario de los proletariados unidos, por lo que suelo salir tarde de lo que ahora llamo “Mordor” es decir de mi trabajo, así que casi siempre solo alcanzo a toparme con las sobras del exasperante trafico diario. El problema es cuando me toca batallar con esas interminables filas de carros, semáforos y señales de tránsito, es ahí que empiezan a parecer mis episodios de trastornos del tráfico, como el de este pasado viernes en el cual perdí completamente todo el control sobre mi reservada personalidad.

Viernes, final de una semana muy cotidiana para mi: trabajo, trabajo, trabajo, soportar seudos y soñar con que me suben el sueldo, salí entonces de mi trabajo con las mas grandes ganas de irme a tirar a la cama, con una bolsa de papas, una Coca Cola Vanilla que ví al mediodía escondida en la alacena de mi casa y dispuesto a darle a todo lo que da al zapping en busca de una sobre dosis de realitys, lo que no sabía es que esa efímera alegría solo me duraría a lo sumo un par de calles, porque al llegar al cruce que va directo hacia donde vivo la historia empezaría a tornarse monocromática, tensa y agridulce.

En un principio me aguanté lo cotidiano: un par de minutos haciendo fila por la calle, pero luego sin más ni más aparece el detonante del primer “Mierda”, cuando exactamente voy poniendo mi luz derecha anunciando que voy a cruzar, pues zas!… que el maldito semáforo se me pone en rojo justo en el momento en que iba a cruzar, ni modo, a esperar otro par de minutos, claro no contaba con que me iba ir amargando cada vez más gracias a los impacientes que tenía atrás y que venía viendo por el retrovisor, los típicos que cuando ni tan siquiera ha pasado una fracción de segundos de haberse puesto en verde la luz del semáforo te están pitando para que pases…como si llevaran prisa porque se van cagando… Entonces cuando logro cruzar voy divisando a lo lejos un torrente de luces rojas de cientos de carros que van precisamente hasta donde yo me dirijo… al ipsofacto inevitablemente por mi maniática personalidad empiezo a maquinar planes de vías alternas por donde poderme ir, pero eso no lo puedo hacer hasta que vaya a medio camino, porque dónde vivo es una comunidad muy grande residencial al sur de la ciudad y solo hay dos vías de acceso, bueno tres, pero la tercera me queda demasiado lejos… claro está que hubieran más si se reanudaran las obras del tan famoso ya anillo periférico de la zona sur de la ciudad, las cuales están a medio terminar y con obras paradas.

Pues eso entonces a caminar despacio se a dicho y en tercera hasta que se me hace irritable tener tantos carros al lado, atrás y por delante, todos pitando y moviéndose como a pulgada por hora, sin contar con los salvajes del transporte público, una subraza con el coeficiente de una mosca, porque a esos quién los detiene si les da lo mismo que halla tráfico o no, igual casi te pasan por encima… Así pase hasta que logré llegar a un cruce, ya a estas alturas con la cara roja del coraje de haber pasado casi 30 minutos en un tramo que generalmente me toma 10 minutos… pues que me salgo! según yo en una estrategia fríamente calculada y digna de todo un estratega militar, meterme por una zona de casas que van a dar al parqueo de un centro comercial que abarca el área de varias calles para coger un supuesto atajo, pero me salio el tiro por la culata, sucede que en el centro comercial era la inauguración de las compras navideñas, época que odio no porque sea un postulante al próximo Grinch sino porque estas fechas ya me dan lo mismo… pues ahí entre una marea de consumistas motorizados navideños me las viví otros 30 minutos, hasta que logré escabullirme por otra salida para regresar a por otro intento de hacer un auto atajo, lo cual solo me llevo a otra interminable cola de carros que estaban varados por un semáforo cuya luz verde dura como 3 segundos, para este momento ya estaba rabioso y furico, empezaba a desvariar mientras iba cambiando de primera a segunda, de segunda a tercera, de neutro se segunda y así un juego de coordinación de conductor que me estaba volviendo loco, mi psiquis estaba saliéndose de control y lo único que me mantenía mas o menos distraído eran los sms que escribía para desahogarme y que mandaba a una chica que se me ha hecho muy especial; fue entonces cuando decidí abrir la ventana, y es que por estas últimas temporadas de vacas flacas ando con un plan de ahorro extremo de gasolina, porque que casi no utilizo el aire acondicionado, solo cuando lo necesito… ¡Pues a medio bajar el vidrio se dijo!, fue el error numero uno que cometí: exponerme con mis vecinos de tráfico con el susodicho episodio de demencia del que les he venido adelantando y del que hasta la fecha me avergüenza un poco nada más.

Y es que lo que paso, fue que en medio de todo ese remolino de emociones amargas acumuladas no me aguante más y empecé a decir un montón de cosas en voz alta, como: “Apurence Jueputas”, “Porqué no pasan”, incluso… “En enero me cambio de trabajo”, “Trabajo mierda, pero este año se acaba lo prometo” y claro entre muchas otras frases con especial construcción de palabras que no quiero repetir para no lastimar susceptibilidades… Ha! y todo ello no se crean que con mi voz normal, sin querer le puse hasta efectos especiales en plan posesión demoníaca de la parte final del Exorcista, lo que no me había percatado era que tenía público, sí, los que estaban al lado mío una pareja que de seguro venía de trabajar y que cuando los observe parecía que hubiesen visto un fantasma, con cara de “Hay mamá vámonos rápido de aquí”… creo que hasta la fecha los desafortunados testigos de mi episodio de demencia aun están pensando que lo que vieron fue una representación del mismísimo demonio o que vieron algún chavo clínicamente con problemas sicóticos, y más cuando en ese momento lo único que pude hacer fue reírme con una carcajada de villano loco acompañada de mis pelos medio parados por la desesperación en estilo almohadazo, ya podrán imaginarse la escena… Por suerte cinco minutos después logre salir del embotellamiento ese y volví a ser el mismo mesurado de antes que conducía hasta su casa.

Que pasada la verdad, lo que seguro sucedió es que se me juntaron varias cosas, el estrés de un trabajo bastante frustrante, el tráfico y el querer desconectarme en seguida de la rutina que me tiene enfermo. Naaaa la verdad es que lo acepto me hacen falta un par de tornillos en la cabeza, pero nada, ahora solo a reírme cuando me acuerde de ese momento que seguro nunca se me va olvidar y claro de las caras de aquellos dos que se echaron todo el rollo.

Oficialmente creo que estoy demente...(a buscar terapeuta)